5. MARCO TEÓRICO

La aglomeración de personas y vehículos hacen necesaria la existencia de normas que regulen el espacio público, pero a pesar de su existencia, día a día se producen hechos conflictivos que muchas veces derivan en situaciones gravísimas para la población.

La sociedad en general y la sociedad peruana en particular, se enfrenta con una problemática víal notable a raíz de la cual se suceden acontecimientos que dejan como resultado pérdidas irreparables cuando se trata de vidas, incapacidades físicas, pérdidas materiales, problemas legales,etc. Frente a esta problemática existen medidas que podrían evitar estos sucesos o por lo menos atenuarlos. El medio más apto para provocar cambios en la sociedad es la educación. Aunque se trate de un medio efectivo, debemos pensarlo siempre a largo plazo si bien el objetivo próximo es que la población como destinataria, modifique hábitos riesgosos, el objetivo es reducir notablemente el índice de mortalidad por hechos de tránsito.

La educación es el resultado de una acción planificada integral y permanente, del mismo modo y como parte de ella, la educación víal no es una instrucción aislada sino que todo su accionar se despliega en base a un objetivo que debe favorecer el desarrollo personal y el colectivo, formar a la persona, no sólo en el conocimiento de normas y estructura del tránsito, sino con procedimientos, aptitudes y con hábitos desarrollados a partir de valores sociales que nos lleven a tener una mejor calidad de vida.
Tal es la acepción que le damos a la Seguridad víal en la cual existen dos dimensiones:
una relacionada con el conocimiento  y otra con el comportamiento de la persona.
La dimensión del conocimiento se refiere a las normas que regulan la circulación de las personas y vehículos por la vía pública y también a la señalización, es decir a los mensajes dirigidos a los usuarios.
La dimensión del comportamiento se refiere a los valores, al respeto por la vida propia y ajena como base de una adecuada formación.

El desequilibrio entre estas dimensiones pueden producir una distancia entre la teoría y la práctica, entre lo que decimos y lo que hacemos. Esta distancia requiere ser acortada con la adquisición de hábitos adecuados favorecidos por conocimientos de normas viales.

Esta situación nos posiciona además frente a un planteo filosófico, nos topamos con una dificultad a superar que implica el logro de un objetivo y el comienzo de una investigación que va más allá de lo técnico. Quienes pretendemos ser agentes generadores de cambio, debemos tener una postura firme frente a esta problemática: esto significa que si promovemos una conducta, debemos llevarla a la práctica: el primer paso es acortar la distancia entre aquello que promovemos y aquello que hacemos, para que quienes reciban nuestro mensaje no lean un doble discurso y perciban el cambio no sólo como necesario sino, por sobre todas las cosas, como posible.